El efecto marco es una cosa terrible, pero explica en parte el inmovilismo de nuestra sociedad. Hago copy paste:
Hubo un experimento famoso y terrible, que se realizó en los inicios de la década de 1960, promovido por el psicólogo Stanley Milgram (1933-1984), de la Universidad de Yale, para investigar los mecanismos de la obediencia. Los resultados fueron irrebatibles: «La psicología social de este siglo revela una gran lección: lo que determina cómo actúa una persona a menudo no depende tanto del tipo de persona que se es como del tipo de situación en la que se encuentra», concluyó Stanley Milgram.
Hubo un experimento famoso y terrible, que se realizó en los inicios de la década de 1960, promovido por el psicólogo Stanley Milgram (1933-1984), de la Universidad de Yale, para investigar los mecanismos de la obediencia. Los resultados fueron irrebatibles: «La psicología social de este siglo revela una gran lección: lo que determina cómo actúa una persona a menudo no depende tanto del tipo de persona que se es como del tipo de situación en la que se encuentra», concluyó Stanley Milgram.
No
se prestó a las conclusiones del estudio toda la atención y el valor que
merecían cuando se realizó. No obstante, ha quedado en los anales de la
investigación como uno de los experimentos más esclarecedores del
comportamiento humano. Participaron nada menos que cuarenta estudiantes
dirigidos por unos jefes de sala que presidían la transmisión de corrientes
eléctricas con fases distintas y voltajes crecientes desde treinta hasta
cuatrocientos cincuenta voltios a unos actores, que simulaban sufrirlas en su
cuerpo en una habitación contigua.
Si
una persona en posición de autoridad le ordenase que administrase a otra
persona una descarga eléctrica de cuatrocientos voltios, ¿le obedecería? La
mayoría de la gente respondería a esta pregunta con un no categórico. Sin
embargo, el experimento de Milgram ofreció una visión espeluznante e impactante
de la autoridad y la obediencia.
Los
experimentos empezaron en julio de 1961, cuando en Jerusalén se estaba juzgando
al criminal nazi Adolf Eichmann. El argumento de la defensa —que Eichmann no
hizo más que obedecer a sus superiores cuando ordenó la muerte de millones de
judíos— despertó el interés de Milgram. En su libro Obediencia a la
autoridad, publicado en 1974, Milgram se preguntaba si era posible que
Eichmann y los millones de alemanes que fueron cómplices del nazismo debían ser
considerados realmente cómplices o quizá sólo obedecían órdenes.
El
voltaje de las descargas eléctricas que cada participante estaba dispuesto a
aplicar fue el dato que se usó para medir el grado de obediencia. Milgram
preguntó a un grupo de estudiantes de su universidad hasta dónde creían que
estaban dispuestos a llegar la mayor parte de los participantes en el
experimento. La respuesta fue que sería menos del 3 por ciento el que aplicase
las descargas eléctricas de intensidad máxima. En realidad, lo hizo el 65 por
ciento.
Las
condiciones académicas del estudio habían sido impecables y el único simulacro
o imitación de algo parecido, con un despliegue de medios incluso mayor, se
efectuó varias décadas después con resultados muy parecidos. Se trataba de una
prueba efectuada en varios países con escenarios idénticos a los reality
shows tipo «Gran Hermano». De nuevo —aunque aquí las exigencias académicas
no se habían observado con la misma pulcritud—, el resultado apuntaba al poder
omnipotente de la obediencia al entorno, al decidir la conducta de las
personas; gente normal podía volverse perversa e incluso criminal.
En
una conversación mantenida con Gerd Gigerenzer en Madrid en el año 2008, él
trajo a colación un caso parecido: el ejemplo de un batallón de reserva de la
policía alemana, el batallón 101, destinado en Polonia durante la segunda
guerra mundial, que recibió un encargo terrible: asesinar a determinadas
personas. Pero el capitán, a diferencia de lo que sucedió en el experimento de
Milgram, fue amable y permitió que los soldados evitaran voluntariamente esta
situación insostenible rompiendo filas. Lo increíble, lo sorprendente, es que
casi ninguno aprovechara la oportunidad infringiendo, por una vez, las reglas
como se les permitía:
«No
quisieron romper filas», añadió Gigerenzer.
Es
tremendamente importante entender que las personas hacen cosas terribles no
siempre porque sean malas, sino porque no quieren romper las reglas. En el caso
del batallón destinado en Polonia no se trataba de soldados, sino de policías,
seguramente poco receptivos a la propaganda habitual. Apenas tuvieron unos
segundos para decidir si querían apartarse del resto o no. A pesar del permiso
implícito y declarado del comandante: «Puedo entender que algunos de vosotros
no queráis hacerlo. Aquellos de vosotros que no estéis dispuestos a seguir las
órdenes, dad un paso al frente y os buscaremos otra tarea», solamente una
docena de los quinientos dieron un paso al frente. ¿Cómo se explica esto?
Una
de las razones —se trata de un acontecimiento muy estudiado— es que los
soldados se rigen por un principio intuitivo que dice: «No dejes atrás a los
tuyos, no rompas filas». El comandante había formulado la pregunta de tal modo
que tuvieron que escoger o bien quedarse firmes o romper filas y seguir sus
otros principios morales, como el de no matar a personas inocentes. Si el
comandante lo hubiera expresado al revés, si hubiera dicho: «Los que queráis
hacerlo, los que queráis matar, por favor, dad un paso al frente», este
conflicto no habría estallado con la misma virulencia. Con toda seguridad,
muchos menos habrían dado un paso al frente. Desde entonces, se han efectuado
docenas de experimentos en laboratorios por todo el mundo comprobando lo que se
llama «el efecto marco».
Con
el efecto marco, lo que se demuestra es que la fórmula utilizada para la petición
o el permiso tiene una importancia fundamental. Como ocurría con la luz en el
ejemplo anterior de las figuras cóncavas o convexas, aquí la manera formal de
hacer la pregunta es también determinante. Un anuncio publicitario en el que se
declara que sólo en un 10 por ciento de los casos el fármaco expuesto tiene
efectos secundarios, tardará más en venderse que el del mismo fármaco
anunciando que en un 90 por ciento de los casos no produce ningún efecto
secundario.
· Conocía el efecto. No sé si no será todo psicología aplicada para conseguir fines exculpatorios... etc, etc y te lo digo el día en el que los criminales de guerra de Croacia han sido absueltos. SI, ABSUELTOS.
· Salud·os
CR· & ·LMA
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